viernes, 15 de octubre de 2010

Resumen introductorio: Felipe Kong, "La redención por los astros: posibles citas entre Benjamin y Blanqui" (19 de Octubre)

En 1937 Walter Benjamin tiene acceso a un libro que lo llamaría a reformular su inmenso proyecto sobre Los Pasajes. Se trata de La eternidad por los astros (1871), del revolucionario francés Louis-Auguste Blanqui. Esta obra, escrita en la cárcel y en la vejez, resulta del todo extraordinaria dentro del trabajo del autor: en ella se encuentra elaborada una inédita hipótesis astronómica, según la cual existen infinitos mundos en un universo infinito, algunos de los cuales son idénticos al nuestro, otros con leves diferencias y otros totalmente distintos. Benjamin ve en él a un profeta del eterno retorno, anterior a Nietzsche y notablemente más melancólico en su cosmovisión, que llega a calificar de “infernal”. Según su interpretación, Blanqui “culmina la constelación de las fantasmagorías del siglo mediante una última fantasmagoría, de carácter cósmico, que contiene implícitamente la crítica más acerba de todas”. El infierno de la modernidad descrito por Baudelaire, que presenta penas a la vez nuevas y eternas, sería extrapolado por el rebelde francés al universo entero.
Sin embargo, en la obra de Blanqui hay algunos puntos radicales que no contradicen, sino más bien exceden, la lectura benjaminiana. Por un lado, en el universo blanquiano no hay, propiamente tal, un eterno retorno temporal (como el de Nietzsche), ya que los mundos idénticos pueden presentarse simultáneamente a lo largo del universo; y en segundo lugar la presencia de la bifurcación, la necesaria existencia de todo lo posible, la conciencia de que “todo lo que uno hubiera podido ser aquí abajo, lo es en alguna parte en otro lado”. Estos rasgos característicos no son profundizados por Benjamin ni por otros lectores, como Rancière, Abensour y Pelosse, pero sí subyacen con fuerza en algunos cuentos de Borges y Bioy Casares. Es a partir de aquí que quisiera plantear la posibilidad de establecer un nuevo encuentro entre Benjamin y Blanqui en el terreno de la Filosofía de la Historia. La Eternidad de Blanqui puede ser el infierno, pero en ella también están las bases de una salvación: ella “somete la realidad terrestre a la prueba de intensidad máxima, la intensidad de la cuestión cósmica”. Sólo atreviéndonos a sobrellevar esta imagen, acaso aun más espantosa y pesada que la nietzscheana, podremos saber si es posible (y de qué modo) el acontecimiento mesiánico de Benjamin.
Estas citas nuevas y eternas que quiero proponer entre los dos autores se pondrán en funcionamiento con ayuda de algunas consideraciones de Agamben, Kafka y Borges, teniendo en cuenta las ideas de bifurcación, redención, eternidad y felicidad. El Mesías no viene a interrumpir una línea o un ciclo ya definidos: “llegará cuando ya no haga falta” según las palabras de Kafka. La idea de felicidad, aquello que fundamenta el orden profano y que puede favorecer el evento mesiánico, es presentada por Benjamin como ubicada en una polaridad entre lo nuevo, la una sola vez, y lo ya vivido que se repite, lo todavía una vez más. Conciliar esta tensión con la eternidad blanquiana, que como ya sabemos es mucho más que un “eterno retorno”, es el fin de este trabajo que forzosamente no concluirá.

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